Este párrafo corresponde a "La sombra del viento" de Carlos Ruiz Zafón, el libro que estoy leyendo en estos días por miles de consejos y críticas literarias las que parecen, cien páginas después, estar todas equivocadas.
No suelo recomendar libros a menos que su excelencia goce de la irrefutabilidad científica de mi control de calidad. Menos pienso hoy recomendar o defenestrar algo que todavía no terminé de leer.
Volveré en un tiempo con una segunda parte y un mismo título a contarles la impresión final y global del libro. Por ahora, he encontrado algo ameno de leer pero con poca profundidad literaria y escaso vocabulario (seguramente para no cometer errores en los diálogos de época).
Suelo subrayar (en lápiz que no lastimo a muerte ningún libro) aquellas frases que me parecen superlogradas y en las ciento y pico de páginas que llevo ésta es la primera que me parece que merece la pena y tampoco es para descorchar una sidra (será que soy más del cava).
Pero esto tampoco me indica nada, ya que uno de los mejores libros que he leído me hizo sufrir de aburrimiento hasta pasar la página 200, desde dónde no lo abandoné ni para ir al baño, sumado a que en ese tiempo mis sobris me habían contagiado de varicela y no bajé de los 40 grados de fiebre toda esa semana.
Así que seré prudente, esperaré a terminarme las 477 hojillas y volveré con más información. Por el momento, disfruten el parrafito que he transcripto (lo siento, soy antigua y resiento a dejarme olvidada la p del antiguo castellano). Y rían, que el mundo sigue girando.